La evaluación formativa y la calificación son dos elementos fundamentales en el proceso educativo, pero cumplen funciones diferentes que influyen de manera particular en el aprendizaje de los estudiantes. La evaluación formativa tiene como principal objetivo apoyar el desarrollo del estudiante a lo largo del proceso de aprendizaje, proporcionando retroalimentación continua que permita al alumno identificar sus fortalezas y áreas de mejora. En contraste, la calificación es una medida cuantitativa que resume el rendimiento del alumno en un momento determinado, habitualmente al finalizar una unidad, un curso o un proyecto.
La evaluación formativa se centra en el proceso y no solo en los resultados. Es una herramienta que permite al maestro adaptar su enseñanza a las necesidades particulares de cada estudiante, facilitando un aprendizaje más significativo. En el contexto de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), esta forma de evaluación promueve un enfoque pedagógico centrado en el alumno, donde se fomenta la reflexión y la metacognición. Por ejemplo, a través de la observación diaria, el maestro puede identificar cómo los estudiantes comprenden los contenidos y ofrecerles actividades adicionales para fortalecer aquellos aspectos donde presentan dificultades.
Una de las principales ventajas de la evaluación formativa es que permite una retroalimentación constante, que orienta a los estudiantes en la mejora de sus aprendizajes. Esta retroalimentación debe ser específica, constructiva y orientada al progreso. Un ejemplo práctico es el uso de preguntas guía durante una actividad grupal, donde el maestro incentive a los alumnos a cuestionar sus respuestas y a considerar diferentes perspectivas, ayudándolos a desarrollar habilidades de pensamiento crítico y colaboración.
Por otro lado, la calificación, aunque es útil para evaluar el nivel de logro alcanzado por el estudiante, tiende a enfocarse en los resultados más que en el proceso. Las calificaciones numéricas, letras o porcentajes ofrecen un resumen del rendimiento académico, pero no siempre reflejan el esfuerzo, el progreso o las habilidades adquiridas de manera integral. Si bien es cierto que las calificaciones pueden motivar a algunos estudiantes a mejorar, también pueden generar una visión limitada del aprendizaje, centrada exclusivamente en obtener buenas notas y no en el desarrollo de competencias significativas.
Para los maestros, la combinación de la evaluación formativa y la calificación puede ser un reto, ya que se trata de equilibrar la retroalimentación constante con la necesidad de reportar el avance de los estudiantes a través de calificaciones. Sin embargo, una buena práctica es integrar ambas estrategias de manera complementaria. Por ejemplo, durante el desarrollo de un proyecto, se pueden utilizar diversos instrumentos de evaluación formativa, como listas de cotejo, portafolios o diarios de aprendizaje, para dar seguimiento al proceso de los estudiantes. Al final del proyecto, se podría asignar una calificación que resuma el nivel de logro alcanzado, tomando en cuenta el esfuerzo y la evolución demostrada.
En el contexto de la NEM, la evaluación debe ser vista como una oportunidad para promover la inclusión y la equidad en el aprendizaje. Los maestros tienen la tarea de transformar la evaluación en una herramienta para el crecimiento, que motive a los estudiantes a seguir aprendiendo y que valore tanto el proceso como los resultados. Para lograr esto, es importante generar una cultura de evaluación donde los alumnos comprendan que el error es parte del aprendizaje y que cada evaluación es una oportunidad para mejorar y reflexionar.
En conclusión, la evaluación formativa y la calificación son componentes necesarios del proceso educativo, pero deben ser entendidos y aplicados de manera equilibrada para garantizar un aprendizaje significativo. La evaluación formativa permite un seguimiento cercano y un apoyo continuo al estudiante, mientras que la calificación ofrece una visión general de su rendimiento. Integrar ambas formas de evaluación de manera efectiva contribuye a una educación más inclusiva, equitativa y enfocada en el desarrollo integral de los alumnos.